Publicado por Mónica Pérez de las Heras en la revista "Manager":
No era un sueño que pareciera alcanzable y por eso de niña jamás lo imaginó. Llegar a convertirse en la Primera Dama de Estados Unidos era, para una mujer negra, algo improbable. Su historia es un auténtico canto a la esperanza y un ejemplo de que el éxito se puede alcanzar.
En menos de tres minutos subida en un escenario, Michelle LaVaughn Robinson, consigue que el público sonría. Su carisma es tal que es muy fácil criticarla en la distancia –y de hecho se ha llevado grandes críticas- pero en las distancias cortas no es tan sencillo. Por ello se ha convertido en el personaje político más popular de Estados Unidos y en una gran baza para la reelección de su marido.
Una infancia sencilla
Ese carisma es fruto de su experiencia de vida, labrada desde la más tierna infancia. La historia de Michelle es la de una niña del South Side de Chicago que vivía en una casa con un único dormitorio, el de sus padres. Estos tuvieron que dividir el salón de la vivienda en tres partes: una era la habitación de Craig -el hermano mayor de Michelle-, otra la de ésta y una tercera parte era el cuarto de estudio. Los Robinson inculcaron en sus hijos la importancia del trabajo duro, sobre todo su padre, quien les dio todo un ejemplo. Cada mañana, durante muchos años, Fraser Robinson se dirigió a su puesto de trabajo en una planta de tratamiento de aguas, a pesar de estar aquejado de una esclerosis múltiple que le hacía ir con muletas. Esa lección de su progenitor le sirvió a Michelle Obama para comprender que en la vida hay que trabajar muy duro.
Sólo su buen expediente académico y un crédito para pagar sus estudios -que no terminó de abonar hasta varios años después de estar casada con Barack Obama-, le llevó a estudiar en dos de las mejores universidades del país: Princeton y Harvard. Para Michelle, que había vivido toda su vida en un ambiente de negros, llegar a la Universidad de Princeton fue tremendo, como ella misma explica: “Cuando llegué a Princeton me llevé un choque emocional viendo estudiantes universitarios que conducían BMW. Yo ni siquiera conocía padres que condujeran BMW".
La hoy Sra. Obama se encontró con que era uno de los 94 estudiantes afroamericanos de los 1.141 existentes en Princeton por aquel entonces. De hecho, su primera compañera de habitación en el campus, que era de raza blanca, se cambió de cuarto para no compartir su espacio con una chica de color. En Princeton estudió Sociología y Cultura Afroamericana. Se graduó cum laude en 1985 e ingresó en la Escuela de Leyes de Harvard con 21 años. Durante su presencia en la universidad Michelle demostró un gran carácter, capaz de defender aquello en lo que creía por encima de todo, eso sí, sin perder la educación y las buenas maneras que sus padres le habían inculcado. En una ocasión, su hermano Craig, con quien coincidió en Princeton, llamó a su madre para comentarle que ella iba recriminando a los profesores de francés porque le parecía que las clases no eran lo suficientemente conversacionales. Marian Robinson, su progenitora, conociendo a su hija le respondió: “Hijo, haz como si no la conocieras”. Por cierto, el sentido del humor de Michelle, que es capaz de hacer reír a Barack Obama en cualquier situación, es heredado de su madre.Una carrera profesional de éxito
En 1988 Michelle salió de Harvard con un puesto de trabajo en una firma de abogados de prestigio de su ciudad natal. Sus compañeros de Sidley Austin la recuerdan con una capacidad de trabajo arrolladora. En poco tiempo demostró su valía, a pesar de que ella no estaba del todo conforme con el trabajo que realizaba. La hoy Primera Dama de EEUU había estudiado Derecho con el objetivo de servir a los demás y sentía que en una empresa privada no estaba haciendo lo suficiente.
Fue en este despacho donde conoció a Barack Obama, un estudiante de Harvard que recaló en la firma para hacer sus prácticas durante el verano. Ella misma cuenta que cuando escuchó que se iba a unir a ellos se preguntó: “¿Quién llama a su hijo Barack Obama?” pensando que insistió en numerosas ocasiones en salir con ella, comenzaron una historia de amor que les la acompañado hasta la Casa Blanca. Son una pareja que, como dicen sus más allegados “crecen cuando están juntos” y como dijo la prensa estadounidense ante la llegada de ambos a Washington en 2009: “Por fin habrá sexo en la Casa Blanca”.
Dos trágicas circunstancias hicieron que Michelle se replanteara su trabajo en el despacho. La muerte de su mejor amiga de Princeton y la de su padre, en 1990 y 1991 respectivamente, le llevaron a convencerse de que, si podía morirse en cualquier momento, quería hacer algo que realmente le gustara, contribuir a la comunidad. Moviendo su currículum encontró trabajo en el ayuntamiento de Chicago, con el alcalde Richard M. Daley, gracias al apoyo de Valerie Jarrett, hoy asesora del presidente. Como cuenta la propia Michelle: “Valerie entendió lo que yo sentía. Era difícil encontrar a gente que comprendiera mi decisión de dejar un buen trabajo con un buen salario”. Obama, que insistió en numerosas ocasiones en salir con ella, comenzaron una historia de amor que les la acompañado hasta la Casa Blanca. Son una pareja que, como dicen sus más allegados “crecen cuando están juntos” y como dijo la prensa estadounidense ante la llegada de ambos a Washington en 2009: “Por fin habrá sexo en la Casa Blanca”.
En 1993 la vida profesional de la Sra. Obama dio un nuevo giro al ser contratada para poner en marcha la “Oficina de Aliados Públicos”, un programa para ayudar a los jóvenes a encontrar empleo. Michelle comenzó el proyecto desde cero y durante los tres años que estuvo como directora consiguió grandes éxitos. En 1996 su carrera seguía en ascenso, siendo nombrada decana asociada de la Universidad de Chicago, donde desarrolló el “Centro para el Servicio Comunitario”. En 2005 fue designada vicepresidenta de asuntos comunitarios y externos. Fue entonces cuando, con el sueldo de Michelle en la universidad y la venta de los libros de su marido (“Los sueños de mi padre” y “La audacia de la esperanza”) pudieron comprarse una casa de 1.600.000 dólares en Chicago, que aún utilizan cuando viajan a su ciudad de residencia.
Una activa participación en la campaña electoral
Todos aquellos que han trabajado junto a Michelle coinciden en destacar que la Sra. Obama “trabaja como un gladiador”. Ella misma reconoce que no cree en la suerte en sí, sino en aquella que nos labramos nosotros mismos a través de nuestro esfuerzo y dedicación.
Michelle Obama nunca estuvo interesada en política. Cuando Barack le dijo que quería presentarse a las elecciones presidenciales elaboró un listado enorme de preguntas que sus asesores debían contestar para que él contara con su apoyo. Sólo cuando todas y cada una de esas cuestiones tuvieron respuesta Michelle asumió el reto de su marido.
Este escaso interés de Michelle por la política hizo que ésta compaginara, en un primer momento, su labor profesional con la de “activista de campaña”, participando paulatinamente en los mítines, primero con su marido, después sola. Como ella ha comentado en numerosas ocasiones jamás había pensado en pronunciar discursos: “El político es él, yo no”, indica.
Poco a poco su participación en la campaña fue más intensa hasta que no tuvo más remedio que dejar su trabajo. Ciertos grupos a favor de los derechos de la mujer criticaron que una persona con tanto éxito profesional como ella tuviera que dejar su trabajo por apoyar el de su marido pero Michelle lo tiene bien claro:
“Echo de menos a mis compañeros, mi trabajo –comentó durante la campaña- pero todo lo que hago forma parte de mi carrera”.
La campaña electoral demostró, entre otras cuestiones, que como ella misma dice “tiene una piel de rinoceronte” que le permite aguantar las críticas y, por otra parte, que es una oradora brillante. Michelle Obama cumple a rajatabla las tres reglas de la Oratoria: naturalidad, humildad y transmitir desde el corazón; eso le hace tener una gran capacidad para conectar con la gente. En 2008, durante la Convención Nacional Demócrata, Michelle dio uno de los mejores discursos de la campaña electoral según los medios de comunicación estadounidenses. En esta alocución habló de su marido de forma impecable: “Barack Obama es el mismo hombre del que me enamoré hace 19 años. Es el mismo hombre que hace diez años me llevó a casa aquel verano con nuestra bebé recién nacida, avanzando con lentitud a paso de tortuga, curioseándonos con ansiedad por el espejo retrovisor, sintiendo todo el peso del futuro del bebé en sus manos, decidido a darle todo aquello por lo que él mismo había luchado tanto, decidido a darle lo que él nunca había tenido: el abrazo firme del amor de un padre”. Aunque hay gente a la que ya antes se la había ganado. Cuando Barack Obama visitó en una ocasión la Casa Blanca como senador, George Bush le cogió en un aparte y le pidió que se quedara, que quería presentarle a su mujer, Laura. Cuando su esposa llegó George Bush le dijo a ésta: “Mira, éste es el senador que tiene esa mujer tan guapa que vimos en la Convención de 2004”, a lo que Barack respondió: “Señor, tenemos unas esposas que no nos las merecemos”. Ese día Obama se ganó el profundo respeto y admiración de George Bush quien, en 2009, cuando llegó a su rancho de Texas tras dejar la Casa Blanca en manos de Barack Obama, dijo a sus invitados: “Hoy es un gran día porque un hombre bueno ha hecho el juramento”.
Una Primera cautivadora
Las funciones de primera dama de Estados Unidos no están definidas. Cada una de ellas elige qué papel quiere jugar durante su estancia en la Casa Blanca. Esa era la pregunta más habitual para Michelle por parte de los periodistas desde que el 4 de noviembre de 2008 Barack Obama ganó las elecciones: ¿qué papel va a desempeñar como primera dama? La Sra. Obama respondía indicando que, ante todo, es madre, y su principal función iba a ser, al menos durante el primer año, conseguir que sus hijas, Malia y Sasha, se adaptaran correctamente a la vida de Washington.
En la actualidad, la labor de Michelle Obama como Primera Dama está dedicada especialmente, además de apoyar a su marido en su labor, a tres cuestiones: la mejora de la educación, el apoyo a las familias de los militares y la lucha contra la obesidad infantil. Para desarrollar sus actividades, la Sra. Obama no tiene problema en mostrarse haciendo deporte, bailando junto a Beyoncé o leyendo cuentos para los niños en los jardines de la Casa Blanca. Su naturalidad consigue ganar a todo tipo de público, incluidas todas las personas que tuvieron contacto con ella durante la visita de Michelle a Marbella el pasado año.
Otra de las grandes cualidades de la Primera Dama de EEUU es su gran capacidad para potenciar a los demás. Tanto su hermano como ella lo aprendieron de su progenitor, “conseguir que una persona que llegue hasta a ti se encuentre mejor después de haber hablado contigo” y de hecho, ambos lo están haciendo, Craig Robinson como entrenador de baloncesto de la Universidad del Estado de Oregón y Michelle desde la Casa Blanca.
En varias ocasiones a lo largo de su presencia en Washington Michelle ha sido preguntada sobre su interés o no en entrar en política al igual que hizo Hillary Clinton. Ella siempre contesta lo mismo, su papel es estar junto a su marido, apoyarle también en la reelección pero teniendo claro que el político es él.
Sea cual sea el futuro que depara a la Primera Dama de Estados Unidos, lo cierto es que tendremos ocasión de escucharla y verla en la campaña de su marido para la presidencia. Una buena oportunidad para aprender de su ejemplo y tener claro que en esta vida podemos conseguir todo aquello que deseemos, su historia así lo demuestra.
Un exito esta señora
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