Artículo de Mónica Pérez de las Heras publicado en la revista online "Mujeres y cía":
No es una Primera Dama habitual. No usa medias ni zapatos de tacón y le encanta llevar vestidos sin mangas. Es una rebelde nata capaz de asumir un sueño que, como ella dice, ni siquiera podía permitirse. Su historia sirve de inspiración y esperanza porque demuestra que en esta vida puedes hacer cualquier cosa que te propongas. Hoy es el personaje político más popular de su país y todo un icono de la moda.
Se sube a un escenario y en menos de tres minutos es capaz de hacer reír al público. De hecho, como el propio Barack Obama confiesa: «es mejor oradora que yo». Licenciada en Sociología y Derecho en las universidades de Princeton y Harvard, tuvo que esperar a estar casada para acabar de pagar sus créditos estudiantiles. Cuando dejó su empleo para incorporarse a la campaña presidencial de su marido ganaba más dinero que él. Ahora, ha aparcado a un lado su labor profesional para dedicarse a un trabajo no remunerado: ser Primera Dama y vivir en la Casa Blanca.
Un hogar sencillo
Michelle LaVaughn Robinson nació el 17 de enero de 1964 en Chicago, donde vivió su infancia en un barrio del South Side de esta ciudad. Su casa era la parte de arriba de un chalet de dos plantas que una tía suya les dejó, un espacio en el que sólo había un dormitorio, el de sus padres. Los Robinson, dividieron el salón en tres partes para que sus dos hijos, Craig –el hermano mayor de Michelle- y ésta, tuvieran su propia habitación, así como un cuarto de estudios para ambos.
Una relación romántica
Cuando Barack y Michelle Obama se trasladaron a vivir a Washington, el comentario de algunos medios sensacionalistas estadounidenses fue: «por fin habrá de nuevo sexo en la Casa Blanca». Michelle conoció a Barack cuando éste trabajó un verano a su cargo en la firma Sisley Austin de Chicago. Ella confiesa que antes de conocerle pensó: «¿Quién llama a su hijo Barack Obama? Tiene que ser raro». Él quedó fascinado por ella desde el primer momento y, tras las insistentes peticiones de salir juntos, que ella siempre rechazaba, un día Michelle accedió a llevarle en coche a casa, tras una comida informal en la oficina. «Por el camino –cuenta Barack Obama- le invité a un helado. Le pregunté si podía besarla. Sabía a chocolate». Desde entonces son una pareja que, como sus amigos dicen, «crecen cuando están juntos».
Madre en Jefe
Si se le pregunta a Michelle cómo se define suele decir: «madre, realista y esposa». Siempre ha tenido muy claro que sus dos hijas, Malia (13 años) y Sasha (10 años) son lo más importante para ella, por ello el primer año de su estancia en la Casa Blanca lo dedicó casi en exclusiva a que las niñas se adaptaran a su nueva vida. Una de las anécdotas de la Sra. Obama con sus hijas transcurrió durante la campaña electoral cuando pronunció su gran discurso en la convención nacional demócrata de Denver, en 2008. Michelle finalizó su alocución y las niñas subieron al escenario. Ella les susurró: «Tengo una sorpresa para vosotras»; Malia se volvió hacia ella y preguntó ilusionada: «¿Los Jonas Brothers?» -el grupo musical del que es fan la pequeña-. «No –dijo Michelle -es sólo papá», con el consiguiente desencanto de la niña.
Trabaja como un gladiador
«No dejéis que nadie ponga límites a vuestros sueños» suele decir Michelle Obama en uno de sus mensajes más habituales. Y explica cómo estos se consiguen, pero con esfuerzo y trabajo duro. Ella lo sabe porque tuvo el ejemplo de su padre, quien aquejado de esclerosis múltiple iba a trabajar cada día a una planta de tratamiento de aguas, apoyado en dos muletas. Jamás se quejó. Su ejemplo fue clave para una mujer que asistió a la Universidad de Princeton -Nueva Jersey- cuando sólo había 94 estudiantes negros de 1.141. Como dice la propia Michelle: «Cuando llegué a Princeton me llevé un choque emocional, viendo estudiantes universitarios que conducían BMW. Yo ni siquiera conocía padres que condujeran BMW». Su capacidad de trabajo es tal que los que han coincidido con ella la definen como un gladiador.
Una Primera Dama singular
Michelle ha elegido tres temas fundamentales para desarrollar su papel de Primera Dama: la educación, el apoyo a las familias de los militares y la lucha contra la obesidad infantil. Cuando se enteró, en una reunión con mujeres de soldados en misiones en el extranjero, de las dificultades económicas y sociales que éstas padecían enseguida se solidarizó con ellas y decidió ayudarlas. Por otro lado, la lucha contra la obesidad infantil es uno de los problemas que más le preocupan, ya que miles de niños en Estados Unidos la padecen.
Algunos se preguntan si Michelle, como Hillary Clinton, no querrá algún día emplear su carisma, el que ha hecho que se convierta en el personaje político más importante de Estados Unidos, para aspirar a algún puesto en la política o, quien sabe, ser candidata a la presidencia de su país. La Primera Dama sonríe cada vez que le preguntan por ello, pero tiene claro que el político de la familia es su marido: «Mi papel es complementario, yo soy quien le acompaña y le apoya». Pero Barack lo reconoce: «no me enfrentaría a ella en unas elecciones».
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